Thomas Matthew Crooks no fue el único: 8 magnicidas de la historia de Estados Unidos
El reciente ataque a Donald Trump nos recuerda que la historia de Estados Unidos alberga numerosas escenas de violencia política: ¿quiénes eran los atacantes y qué les llevó a cometer los crímenes?

Leon Czolgosz, asesino de William McKinley.
La historia de Estados Unidos alberga numerosos acontecimientos que han manchado de sangre a sus figuras de poder. La violencia política no ha tenido una presencia precisamente residual en este país: al contrario, desde 1865 hasta mediados del siglo XX, ostentar un alto cargo en la Casa Blanca supuso un verdadero peligro para la integridad. Y tanto era así que, por ejemplo, el ex presidente y candidato Theodore Roosevelt no se sorprendió demasiado cuando fue víctima de un intento de asesinato en 1912.
Los blancos de este tipo de ataque son, como la propia definición de la palabra lo indica, "personas muy importantes por su cargo o poder": es decir, desde Abraham Lincoln hasta el actual rival de Joe Biden, todos ellos tienen en común el haber ejercido como presidentes de los Estados Unidos. Sin embargo, ¿acaso los autores de estos intentos de asesinato tienen algo en común? ¿Quiénes fueron y qué les llevó a cometer estos crímenes?
En el caso del intento de asesinato a Donald Trump, el FBI ha dicho que el presunto atacante era un joven de 20 años llamado Thomas Matthew Crooks, natural de Bethel Park, Pensilvania. También se sabe que, aproximadamente una semana después de cumplir la mayoría de edad, el sospechoso se registró para ejercer el voto republicano, y que 2024 hubiese sido el primer año en que hubiese podido participar en las elecciones generales, de no haber sido porque, en el momento del suceso, fue abatido.
La información de la que se dispone hasta la fecha -junto con declaraciones de ex compañeros de la secundaria que ayudan a elaborar un perfil del sospechoso- no es suficientemente contundente como para determinar que se tratase de una persona inestable o detractora de la política de Trump.
Así, a la espera de que la investigación saque a la luz más datos sobre la naturaleza del delito, hacemos un repaso de los magnicidas de la historia de Estados Unidos.
John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln
Actor y asesino: estas dos palabras definen a la perfección su vida. Nacido cerca de Bel Air (Maryland) en 1838, en el seno de una familia dedicada al sector del teatro, John Wilkes Booth conoció el fracaso a temprana edad, cuando tuvo que asumir el vivir bajo la sombra de su hermano Edwin, que fue aclamado como el mejor actor de su época.
Esto no significó, sin embargo, que tuviera que despedirse de ese mundillo: aunque no con muchísima fama, el joven consiguió interpretar varios papeles en teatros de Virginia y Nueva York, manteniendo incluso esta profesión durante la Guerra civil americana. Pero en realidad serían sus ideas, partidarias de la causa sureña, las que marcarían por completo su biografía.
Booth defendía la esclavitud, y por ello se posicionó abiertamente como detractor de Abraham Lincoln cuando este asumió el poder en 1861. Tanto fue así, que a partir de 1864 comenzó a planear el secuestro de este presidente: reunió a otros conspiradores junto con los que trazó una estrategia, que resultó fallida en numerosas ocasiones.
El "gran día" de Booth -no así para Lincoln- tuvo lugar por fin el 14 de abril de 1865, cuando llegó a sus oídos que el presidente acudiría a una representación en el Teatro Ford de Washington D.C. Allí, cansado de fracasar en sus intentos de secuestro, disparó a Lincoln con una carringer calibre 44, mientras gritaba "¡El Sur está vengado!".
Su objetivo era crear un vacío de poder en Estados Unidos que condujese a una "segunda parte" de la Guerra civil, pero nada más lejos de la realidad. Tras este primer magnicidio de la historia de Estados Unidos, llegaron muchos más presidentes, algunos de los cuales corrieron la misma suerte que Lincoln.
Charles J. Guiteau, contra James Garfield
James A. Garfield tan solo llevaba 4 meses en el cargo de Presidente de los Estados Unidos cuando Charles J. Guiteau se cruzó en su camino. El crimen tuvo lugar un 2 de julio de 1881 en una estación de trenes de Washington D.C. donde Garfield esperaba para ir a Nueva Inglaterra, con motivo de unas vacaciones familiares.

El asesinato de James A. Garfield tuvo lugar un 2 de julio de 1881 en una estación de trenes de Washington D.C. donde el presidente esperaba para ir a Nueva Inglaterra, con motivo de unas vacaciones familiares.
No hay información oficial exhaustiva sobre la biografía de Guiteau, pero se sabe que era abogado, y que a día de hoy sería descrito clínicamente como un enfermo mental. Considerado a sí mismo "un republicano leal", durante 1880 dio diversos discursos en la ciudad de Nueva York en apoyo a Garfield, hasta el punto de creer realmente que, si el candidato ganaba las elecciones, él debía recibir algún mérito por ello.
En este sentido, cuando Garfield asumió el cargo en 1881, su futuro asesino viajó a la capital del país para cobrar su imaginada recompensa: un puesto de clientelismo para el que no estaba cualificado. A la vista del fracaso de su plan, Guiteau decidió eliminar a quien creía culpable de sus desgracias: James A. Garfield.
Tras recibir el disparo, el presidente estuvo 80 días siendo tratado en un hospital, ya que las medidas de higiene sanitaria de entonces hicieron que la operación de extracción de la bala se complicase: durante el proceso sufrió una infección que finalmente le quitó la vida un 19 de septiembre de 1881.
En su juicio, consciente de cómo había sido el final de Garfield, Guiteau alegó: "Yo no maté al presidente. Los médicos lo hicieron. Yo simplemente le disparé". Esta frase, sin embargo, no le salvó de tener un destino fatal: fue declarado culpable en enero de 1882 y ejecutado más tarde en una guillotina.
Leon Czolgosz, el asesino de McKinley
Nacido en 1873 en Detroit (Michigan), Czolgosz fue un anarquista conocido popularmente por haber llevado a William McKinley a la muerte en 1901. Lejos de experimentar unas condiciones laborales similares a las que hay hoy en día, este hijo de inmigrantes polacos trabajaba en una fábrica de alambres, y su presencia en numerosas huelgas le hizo forjar las ideas que más tarde manejarían su vida por completo.
Así, a sus 25 años, dejó la fábrica y se retiró a la granja de su familia, donde se dedicó a leer obras de autores radicales, entre las cuales se encontraban, según afirman algunas fuentes, las de Gaetano Bresci, un anarquista italiano responsable de disparar al rey Umberto I de Italia en 1900.
Esta tal vez fue la semilla que llevó a Leon Czolgosz a matar al presidente de los Estados Unidos. El año del suceso, el asesino se mudó a Búfalo, Nueva York, donde el 6 de septiembre se celebraba la Exposición Panamericana, a la que se sabía que asistiría McKinley. Así, Leon aprovechó el encuentro en este evento para dispararle, un acto que, según dijo, llevó a cabo "por el bien del pueblo".
Ocho días más tarde, el entonces presidente murió y Czolgosz fue arrestado. En su juicio, declaró: “Maté al presidente McKinley porque cumplí con mi deber. No creía que un hombre debiera tener tanto servicio y otro ninguno”. El 29 de octubre del mismo año, el radical fue finalmente condenado a muerte por electrocución.
Lee Harvey Oswald, contra Kennedy
Nacido en Nueva Orleans en 1939, Lee Harvey Oswald tuvo una infancia marcada por la ausencia de su padre y la inestabilidad de su madre. Desde joven, mostró interés por la política, el ejército y el marxismo, lo que le llevó a pertenecer a un Cuerpo de Marines de Estados Unidos.

Nacido en Nueva Orleans en 1939, Lee Harvey Oswald tuvo una infancia marcada por la ausencia de su padre y la inestabilidad de su madre.
Allí recibió formación como tirador, pero sus problemas de disciplina no le aseguraron una plaza durante mucho tiempo. Tras su baja en 1959, se trasladó a la Unión Soviética y vivió durante un tiempo en Minsk, así que al regresar a su país años después lo hizo junto a su mujer y su hija, ambas de origen ruso.
Sus ideas radicales se tornaron más fervientes cuando se unió, en Estados Unidos, al Fair Play for Cuba Committee, una organización que apoyaba el régimen de Fidel Castro. Esto, sumado a la infelicidad que arrastró a lo largo de su vida, fue el caldo de cultivo para el acontecimiento que determinaría su lugar en la historia.
El 22 de noviembre de 1963, en Dallas (Texas), lo llevó a cabo: desde el sexto piso del Texas School Book Depository, disparó contra el entonces presidente John F. Kennedy, hiriéndolo mortalmente mientras este cruzaba por Dealey Plaza. El público, tanto nacional como internacional, quedó conmovido por el suceso.
Por su parte, pocos días duró con vida Lee Harvey Oswald tras el magnicidio, ya que mientras era trasladado a la cárcel del condado fue atacado por Jack Ruby, un propietario de un club nocturno en Dallas, en lo que constituiría el primer asesinato televisado de la historia.
John Schrank, o la bala errante hacia Roosevelt
John Schrank había llevado siempre una vida tranquila: emigró desde Baviera a los Estados Unidos cuando era niño y, si bien su infancia estuvo marcada por tragedias personales, como la muerte de sus padres, en su juventud se convirtió en un responsable camarero, en el restaurante de sus tíos.
Sin embargo, varias fuentes afirman que, con el tiempo, su comportamiento comenzó a volverse errático: de hecho, tras el acontecimiento que marcaría su vida, contó a las autoridades que el fantasma de William McKinley, el presidente asesinado en 1901, se le aparecía en sueños y le instaba a vengar su muerte.
Así, el 14 de octubre de 1912 estos pensamientos llegaron a un punto crítico cuando Schrank decidió disparar a Theodore Roosevelt durante un mítin en Milwaukee, Wisconsin. El candidato se encontraba en plena campaña para su tercer mandato, pero la bala en el pecho lo dejó fuera del juego de las elecciones, en las que finalmente ganó William Howard Taft.
Al contrario de lo que se puede pensar, Roosevelt no murió: un guion de 50 páginas que guardaba en el bolsillo derecho de su chaqueta amortiguó el impacto del proyectil, el cual permaneció entre sus costillas hasta el día de su fallecimiento en 1919.
Por su parte, Schrank fue declarado no culpable por razones médicas y fue, en su lugar, ingresado en un hospital psiquiátrico hasta que murió en 1943. Eso sí, nunca mostró arrepentimiento por su acción: por años continuó afirmando que había cometido el crimen bajo las instrucciones del espíritu de McKinley.
Arthur Bremer, el agresor de George Wallace
Del mismo modo que otros de los magnicidas de la historia de Estados Unidos, Arthur Bremer creció en un ambiente de aislamiento social y conflictos familiares. Nacido en Milwaukee, Wisconsin, en 1950, durante su juventud desarrolló un gran deseo de notoriedad que culminó con su idea de cometer un acto violento: matar al entonces presidente Richard Nixon.

El 15 de mayo de 1972, Arthur Bremer disparó a quemarropa contra George Wallace, que quedó gravemente herido y paralizado para el resto de su vida.
El fracaso en esta misión, sin embargo, incrementó todavía más su sed de sangre. Y así, desvió su atención hacia George Wallace, gobernador de Alabama que en 1972 se postulaba para presidente de los Estados Unidos como un candidato segregacionista y populista. Bremer pensó que Wallace tenía un perfil de víctima más accesible, por lo que acudió a un mitin que se celebraba en Laurel, Maryland, el 15 de mayo de ese mismo año.
Allí, Bremer disparó a quemarropa contra el candidato, que quedó gravemente herido y paralizado para el resto de su vida. Lo mismo sucedió con su carrera política nacional e internacional.
Por su parte, Arthur Bremer fue rápidamente arrestado y más tarde condenado a 63 años de prisión. Eso sí, lo que más llamó la atención del crimen fue la falta de motivación política que sí había caracterizado otros sucesos de este tipo: en el juicio, en el que el personaje no mostró ni un solo signo de arrepentimiento, las autoridades constataron que, lejos de tener una ideología contraria a su víctima, se trataba de un individuo en busca de reconocimiento a través de la violencia.
John Hinckley Jr. y su sueño de matar a ronald reagan
Desde bien joven, John Hinckley Jr. presentó signos de problemas psicológicos y emocionales: aunque nació en una familia acomodada y parecía tener un futuro prometedor, pronto desarrolló una gran obsesión con la actriz Jodie Foster, concretamente con su papel en la película 'Taxi Driver', en la que Robert De Niro planea el asesinato de un político.
Inspirado por el cine, Hinckley llevó a cabo su plan el 30 de marzo de 1981 en Washington D.C. Armado con un revólver de calibre .22, esperó a Ronald Reagan fuera del Hotel Hilton, donde este se encontraba dando un discurso, y al verlo salir le disparó seis veces. Una bala rebotó en la limusina presidencial y otra penetró en el pecho del presidente, pero no causó su muerte.
El asesino fue arrestado inmediatamente, sin embargo, en su juicio fue declarado no culpable por razones psiquiátricas, al igual que sucedió con John Schrank. Así, permaneció bajo supervisión médica hasta 2016, cuando la observación de una mejora le permitió volver a casa de su madre, en Williamsburg, Virginia.
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